El importante impacto del paro nacional contra el Gobierno sorprendió a todos, hasta a sus propios organizadores, pero desnudó una realidad impensada hasta hace una década: la efectividad se debe, en gran medida, al demoledor efecto que causaron los piquetes.
Bloquear los accesos a la Capital terminó siendo más efectivo que apelar a la adhesión orgánica de los gremios, como sucedió tradicionalmente. No es casual: la fractura de las CGT y la atomización del sindicalismo, en donde no pesa tanto la disciplina interna y se consolida la autonomía de cuerpos de delegados combativos, es el nuevo dato que explica en gran medida esta fisonomía de día feriado que tienen muchas ciudades.
Hugo Moyano apeló al apoyo de piqueteros y de comisiones internas radicalizadas más por necesidad que por convicción, pero su pragmatismo terminó siendo clave para el éxito de la primera huelga general dispuesta contra el gobierno de Cristina Kirchner.
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