Por eso, mientras más pasa el tiempo, más crece la figura de Alan García, quien levantó el tema en su primera presidencia, y terminó construyendo un caso con todos los ingredientes necesarios. García puso todo su talento político al servicio de una causa que, desde el primer día, Chile se negó siquiera a considerar: para nosotros, el reclamo peruano simplemente no existía. Fue tal la destreza de García, que incluso logró evitar que Ecuador -aliado histórico de Chile- apoyara nuestra posición, como enrostrándonos que el derecho separado de la política no sirve de mucho. Considerar la dimensión política no equivale a formular declaraciones altisonantes ni amenazas absurdas -la que realizó ayer el senador Frei raya en el delirio-, sino en crear, con mucha paciencia, condiciones que favorezcan nuestra posición. Si queremos evitar sorpresas desagradables, sería conveniente enfrentar los próximos desafíos diplomáticos (Bolivia) habiendo aprendido la lección de Alan.
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