El alentador crecimiento económico que nos ha puesto, para bien, en una posición casi única en América Latina, es producto de algunas cosas que el Gobierno de Ollanta Humala ha mantenido y en las que al parecer cree: prudencia en el gasto fiscal, promoción de la inversión privada, libre mercado, tratados de libre comercio y un Estado que busca ser más eficiente. Es decir el Perú es hoy todo lo opuesto a UNASUR y, por cierto, es la antípoda del ALBA. ¿Acaso vamos a poder establecer algún tipo de relación comercial o cadena productiva con países que más bien promueven expropiaciones, barreras e intervenciones irracionales de la economía por parte el Estado? ¿Nuestra agenda es similar a la de Venezuela, Argentina o Bolivia?
En un reciente artículo publicado por el Portal Lamapadia.com se señalaba: “La potencia de la apertura comercial del Perú se refleja en la siguiente comparación: En 1990, cuando los aranceles peruanos eran del orden del 66%, aparte de las prohibiciones de importación, nuestras exportaciones totales eran US$ 3,200 millones. Hoy que los aranceles están en un promedio efectivo de 1.5%, nuestras exportaciones superan los US$ 45 mil millones. Algo más: En 1990 el comercio exterior representaba el 20.8% del PBI; hoy representa el 47.1% del PBI”. La contundencia de nuestra realidad deja sin piso a los soñadores del opio.
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