¿La salsa es la música más maravillosa que existe?
Eso es seguro… y cada día que pasa lo confirmo más. Recorriendo el mundo he descubierto que los músicos, y en especial los salseros, somos unos embajadores, verdaderos representantes de nuestros pueblos y de sus voces, es decir, de toda América Latina. Además, tome usted en cuenta de que la Fania es toda una institución.
Eso es seguro… y cada día que pasa lo confirmo más. Recorriendo el mundo he descubierto que los músicos, y en especial los salseros, somos unos embajadores, verdaderos representantes de nuestros pueblos y de sus voces, es decir, de toda América Latina. Además, tome usted en cuenta de que la Fania es toda una institución.
A eso iba. Si la salsa es la mejor música del mundo, y la Fania es la mejor orquesta salsera de la historia, eso significa que ustedes hacen la mejor música del mundo…
(Ríe). Para mí, es así. Cada vez que nosotros nos juntamos el suceso es mundial. En esta orquesta están los mejores músicos del mundo. Por eso, para mí es un honor estar a cargo de la orquesta que, me sabrá disculpar la falta de humildad, es toda una institución.
(Ríe). Para mí, es así. Cada vez que nosotros nos juntamos el suceso es mundial. En esta orquesta están los mejores músicos del mundo. Por eso, para mí es un honor estar a cargo de la orquesta que, me sabrá disculpar la falta de humildad, es toda una institución.
Dígame, ¿por qué se sienten embajadores de toda América Latina?
Mire, en el 72 hicimos un disco que se llamó Nuestra cosa latina, que fue todo un fenómeno, tanto que hasta se convirtió incluso en una película. Y con este disco empezamos a recorrer, primero, nuestros países, y los latinoamericanos nos decían “esto es nuestro”. Lo curioso es que lo mismo pasó en Nueva York (ríe). Entonces, no es que nosotros hayamos decidido ser embajadores de lo nuestro, la gente lo decidió así.
Mire, en el 72 hicimos un disco que se llamó Nuestra cosa latina, que fue todo un fenómeno, tanto que hasta se convirtió incluso en una película. Y con este disco empezamos a recorrer, primero, nuestros países, y los latinoamericanos nos decían “esto es nuestro”. Lo curioso es que lo mismo pasó en Nueva York (ríe). Entonces, no es que nosotros hayamos decidido ser embajadores de lo nuestro, la gente lo decidió así.
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