1. Tenemos cinco sentidos.
Esta categorización que viene de Aristóteles es incompleta. Tenemos entre 9 y
20, dependiendo de la definición que usemos, como ya apuntamos en otro artículo
anterior. Estos incluyen la propiocepción, que nos permite saber dónde están
las diferentes partes de nuestro cuerpo, los sensores de temperatura
(termocepción), del dolor (nocicepción) e incluso el sentido del equilibrio.
Algunos apuntan que lo más fácil es dividirlos en tres grupos: mecánicos
(tacto, oído y propiocepción), químicos (gusto, olfato y los sentidos internos)
y la luz.
2. Las partes de la lengua
están especializadas en diferentes sabores. Los receptores de sabor están
distribuidos por toda la lengua. Además, hay un quinto sabor, umami, que
significa “sabroso” y que está presente en las proteínas.
3. Hay tres (o cuatro) estados
de la materia. Se solía mencionar el sólido, el gaseoso y el líquido,
añadiendo en cursos superiores el plasma. A eso hay que añadir otros estados
que (eso sí) no se producen de forma natural en nuestro entorno: el condensado
de Bose-Einstein, para el que se necesitan láseres e imanes, enfriando los
átomos a una temperatura cercana al cero absoluto y deteniendo el movimiento de
las moléculas casi por completo. También el condensado de Fermi, que también se
da a temperaturas muy bajas, y el supersólido, en el que no hay viscosidad, por
lo que estas sustancias podrían fluir sin fricción. Todos se hallaron con
posterioridad a 1995.
4. México es un país
centroamericano. Es cierto que algunas clasificaciones, como la de la ONU,
sitúan a México en la región centroamericana, pero este país forma parte del
subcontinente de América del Norte, junto con Canadá, Estados Unidos, el Itsmo
de Tehauantepec y Groenlandia. América Central comprende siete países:
Guatemala, Belice, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica y Panamá. Los
países angloparlantes incluyen en ocasiones esta región también en América del
Norte. Probablemente lo sabes desde que se te ocurrió comentarle a un mexicano
que su país era centroamericano o, peor, sudamericano, y se lo tomó muy a mal.
5. En la Edad Media se creía
que la Tierra era plana. “Todos los estudiosos de la Edad Media sabían que
la Tierra era una esfera”, explica Umberto Eco en Historia de las tierras y los
lugares legendarios, citando a Dante, Orígenes, Ambrosio, Alberto Magno, Tomas
de Aquino e Isidoro de Sevilla, que incluso calculó la longitud del Ecuador. De
hecho, las críticas a la ruta propuesta por Colón no se debían al temor a que
cayera por un abismo, sino a que se consideraba que el navegante se basaba en
un cálculo optimista acerca del tamaño de la Tierra y que su ruta no era tan
corta como pensaba. Y no lo era. Hablamos de este asunto en un artículo que
explicaba por qué todos los mapas están mal.
6. Hablando de Cristóbal Colón,
él no descubrió América. Para empezar, ya había gente en América, así que
el continente estaba descubierto. Otra cosa es que los europeos ignoraran su
existencia. Y Colón nunca supo que había dado con un continente nuevo. Además
de eso, antes que él podrían haber llegado los galeses (dudoso), los fenicios
(poco probable), los polinesios (posible), los chinos (probable) y los vikingos
(casi seguro).
7. En la Edad Media, a los 30
años ya eras viejo. La esperanza de vida era muy corta (en torno a los 43
años) pero eso se debía sobre todo a la mortalidad infantil. En realidad una
persona que alcanzara los 20 años tenía bastantes posibilidades de llegar a los
45, y si cumplía 30, podía confiar en llegar a la cincuentena. Había muchas
muertes infantiles y, más adelante unas cuantas (aunque menos) por
enfermedades, en guerras y en partos. Es decir, no era tan fácil llegar a los
70 años como hoy en día, pero a los 30 tampoco eran ancianos.
8. Las pirámides fueron
construidas por esclavos. “Desde hace una década, cuando en 1990 y
siguiendo la tradición de los hallazgos fortuitos el arqueólogo Mark Lehner y
el secretario general de antigüedades egipcio Zahi Hawass descubrieron en Giza
el cementerio de los constructores de las grandes pirámides, se sabe que esos
inmensos monumentos no los construyeron esclavos a latigazos, como nos ha
acostumbrado el cine a creerlo sino trabajadores egipcios libres”, escribía
Jacinto Antón en EL PAÍS.
9. Los camaleones cambian de
color para camuflarse con el entorno. En realidad, cambian de color para
comunicarse. Los machos optan por colores brillantes para parecer dominantes y
más oscuros antes de encuentros agresivos, escribe Wired. Y las hembras también
pueden cambiar el color de su piel para mostrar a los machos si están
dispuestas a aparearse. Materia detallaba en un artículo de 2015 la mecánica
detrás de estos cambios.
10. La vida se divide en el
reino animal y el reino vegetal. Como explica Bill Bryson en Una breve
historia de casi todo, “bien entrada la era espacial, la mayoría de los libros
de texto aún dividía el mundo de lo vivo en solo dos categorías: plantas y
animales. Los microorganismos apenas aparecían” y “se trataban como
protoanimales y, las algas, como protoplantas”. Además, “muchos organismos del
mundo visible tampoco acababan de ajustarse bien a la división tradicional. Los
hongos (el grupo que incluye setas, mohos, mildius, levaduras y bejines) se
trataban casi siempre como objetos botánicos", aunque no fotosintetizan y
“casi la única característica que comparten con las plantas es que tienen
raíz”.
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