La competitividad de un país es como un músculo; para fortalecerlo hay
que ejercitarlo y retar sus capacidades constantemente. Si, por el contrario,
lo dejamos complaciente y nos permitimos el uso constante de muletas, el
músculo se debilita y eventualmente se atrofia. Algo no muy distinto sucede con
la eficiencia en la productividad del país.
A pesar de esto, el ministro de Comercio Exterior y Turismo, Eduardo
Ferreyros, anunció la restitución de un punto porcentual de la tasa de drawback
–la muleta por excelencia de los exportadores locales– de 3% a 4% hasta el
2018. … el drawback consiste en la transferencia del Estado hacia un exportador
de un porcentaje del valor del producto final que vende al extranjero, a modo
de devolución por los aranceles que pagó al importar insumos usados en la
producción de dicho bien exportado…
La disposición del ministro Ferreyros tiene dos problemas principales.
El primero es la contradicción… el titular del sector hace menos de un mes
había descartado la medida: “No creo que el drawback deba subirse”. A lo que
añadió… “lo que tenemos que buscar es no ser competitivos por drawback sino por
las condiciones que le da el Estado a los exportadores e importadores”. La
marcha atrás del Mincetur, además, supone un retroceso en el cronograma de
reducción del drawback que había establecido el gobierno anterior y que debió
mantenerse como una política de Estado…
Lo segundo es que… el monto restituido a los exportadores excede
largamente lo que muchos pagan en aranceles, de modo que se trata de un
subsidio a la exportación que pagamos todos los peruanos. Dado que el drawback
es de una “tasa ciega”, siempre se restituye el mismo porcentaje (ahora 4%) del
valor exportado, independientemente de cuánto se haya pagado por aranceles en
la importación de insumos y de su importancia en el proceso productivo.
Así, por ejemplo, la importación adrede de etiquetas y de cajas de
cartón para embalaje sujetas a aranceles no es inusual. Dentro del actual
mecanismo de drawback, es posible pagar unos cuantos centavos por una etiqueta
para una camisa y luego reclamar que el Estado (o sea, los contribuyentes)
pague al exportador el 4% del valor final de la misma camisa. No es casual,
pues, que cuando el gobierno anterior dispuso la eliminación de aranceles en
miles de productos… muchos exportadores se hayan opuesto a la medida…
ÁDEX… resalta que el drawback es necesario pues de otro modo sus
productos no serían competitivos en el mercado internacional, y que esta
restitución arancelaria los compensa por el mal estado de las carreteras que
enfrentan, el capital humano poco calificado, los sobrecostos regulatorios del
Perú, etc. El argumento podría ser convincente si no fuera porque, en realidad,
todos los empresarios peruanos enfrentan los mismos problemas. La misma
carretera que se usa para transportar paltas de alta calidad hacia el Callao
con destino final a Tokio se utiliza para trasportar pollos y legumbres al
mercado local. ¿No deberíamos entonces subsidiar también estas actividades?
El tema de fondo es que el drawback distorsiona el comportamiento y
las decisiones de una economía sana. Si el producto exportado es
suficientemente competitivo en el exterior, ¿para qué subsidiarlo con dinero de
los contribuyentes? Y si no es suficientemente competitivo, ¿no podrían esos
recursos invertidos por los empresarios destinarse a producir algo que sí lo
sea? La economía sana necesita enfrentar resistencia para fortalecerse y
prosperar en el largo plazo...
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