Los mochicas habían convertido la desértica costa peruana
del Pacífico en su hogar, pero las fluctuaciones climáticas arruinaron el
delicado equilibrio ecológico que sustentaba su modo de vida
Al norte del Perú, donde las olas del Pacífico baten una
árida región costera, floreció un pueblo tenaz y belicoso que entre los siglos
I y VIII creó la primera organización política compleja de la zona andina. Eran
los mochicas, grandes ingenieros que excavaron canales en medio del desierto
para regar sus cultivos, y levantaron palacios, templos y enormes pirámides de
adobe. Los mochicas también eran excelentes artesanos, y elaboraron una
cerámica de extraordinaria belleza y perfección, así como delicados ornamentos
de oro, plata y cobre para sus dirigentes. Establecieron, además, amplias y
prósperas redes comerciales que se adentraban en los actuales territorios de
Chile y Ecuador. Pero hacia finales del siglo VIII, esta sofisticada y rica
cultura conoció un final repentino. Una serie de cataclismos naturales,
provocados por un drástico cambio climático, afectaron a la zona costera donde
la sociedad mochica se había desarrollado y contribuyeron a su desaparición.
El control del territorio
En el norte, los mochicas se habían extendido por el valle
del río Jetepeque…
En el sur, los mochicas ocuparon el valle del río Moche...
Tanto el sur como el norte son zonas de gran aridez, y los
mochicas tuvieron que vencer al desierto mediante la irrigación artificial.
Desviaron el agua de los ríos que bajan de los Andes y, con ladrillos de barro,
crearon un extenso sistema de acueductos... De esta forma desarrollaron una agricultura,
con más de treinta variedades de cultivo, que les permitió contar con una
amplia gama de excedentes agrícolas...
Una sociedad muy jerarquizada
Los mochicas se establecieron en núcleos urbanos que
constituían el centro de pequeños Estados con una estructura social muy
jerarquizada... El soberano, que recibía el título de cie-quich, pertenecía a
la nobleza militar y desempeñaba un importante papel en los rituales que tenían
lugar en las huacas. Su vida estaba dedicada por completo a la guerra, a los
ritos religiosos en honor a la principal divinidad mochica, Ai Apaec, y a engrandecer
su prestigio frente a los líderes rivales.
Por debajo de los grandes señores se encontraban los
sacerdotes, guardianes de los conocimientos astronómicos, arquitectónicos y
metalúrgicos, y que también podían curar enfermedades. En un nivel más bajo se
encontraban los artesanos, los mercaderes y el pueblo llano, compuesto por
campesinos, pescadores y soldados. Los esclavos, normalmente prisioneros de
guerra, formaban el peldaño inferior de la sociedad mochica.
En el siglo VI, esta sociedad íntimamente enraizada en su
medio físico empezó a sentir los estragos de un fenómeno meteorológico conocido
como El Niño: una corriente oceánica cálida impide el afloramiento de las aguas
más frías de la corriente de Humboldt, lo que favorece la evaporación del agua
marina, que luego cae en forma de precipitaciones torrenciales. El Niño afecta
a esta zona con regularidad, pero por entonces fue inusualmente fuerte y
prolongado: intensas e interminables lluvias asolaron la región durante treinta
años.
El devastador El Niño
Los aguaceros destruyeron palacios y pirámides, edificados
con barro y por ello muy vulnerables a la acción disolvente del agua. Los ríos
se salieron de sus cauces y el lodo arrasó tanto grandes extensiones de tierra
cultivable como pequeños poblados construidos con adobe y caña, ahogando a sus
habitantes. Estas terribles inundaciones contaminaron los cursos de agua y los
manantiales, y erosionaron miles de hectáreas de terreno cultivable. Las
fiebres tifoideas y otras epidemias camparon a sus anchas, sembrando la muerte
y la destrucción.
A tan intensas y devastadoras precipitaciones siguió un
ciclo de sequía de tres décadas, que entre los años 563 y 594 redujo de manera
drástica la cantidad de manantiales de montaña cuyas aguas llegaban hasta la
costa. Ello resultó catastrófico para la agricultura, con la consiguiente
hambruna, y provocó una creciente desertización que causó que las dunas de
arena se tragasen numerosos asentamientos.
En el año 602 volvieron las lluvias torrenciales, y entre
636 y 645 la sequía asoló de nuevo con fuerza la región. Kilómetros de canales
permanecieron secos y se llenaron de arena, las cosechas murieron y las
reservas de alimentos se agotaron. El Niño también provocó un cambio en las
corrientes marinas que redujo las capturas de peces, sobre todo de anchoas, que
eran parte esencial de la dieta costera y un importante elemento de comercio.
De este modo, a la quiebra de la agricultura siguió la ruina de la pesca, con
lo que desapareció el último recurso alimenticio de los mochicas. A
consecuencia de todo ello, miles de personas murieron de hambre.
El derrumbe de la sociedad
Esta situación causó un trastorno considerable en la vida
económica y social mochica, hasta el punto de que en muchas ocasiones sus
líderes tuvieron que abandonar sus centros políticos, religiosos y
administrativos a causa de la destrucción que comportaron estos drásticos
cambios climáticos. Los arqueólogos, por ejemplo, han descubierto que las
precipitaciones que cayeron en la zona de Sipán obligaron a sus jerarcas a
trasladarse al vecino asentamiento de Pampa Grande para seguir controlando
desde allí el valle de Lambayeque.
También los señores de Cerro Blanco tuvieron que dejar el
lugar para trasladarse al asentamiento de Galindo, situado en la estratégica
garganta del río Moche. Desde Galindo, que se convirtió en el mayor centro de
la zona, los caudillos mochicas podían controlar los sistemas de irrigación y
el acceso a las fértiles tierras del valle del río Moche. El pueblo se instaló
junto a sus señores para tener lo más cerca posible las fuentes de agua y
evitar las dunas que amenazaban cultivos y poblados río abajo.
Esta catastrófica serie de factores climáticos debilitó
gravemente las instituciones mochicas. La nobleza, alejada del día a día de sus
súbditos, vivía ocupada en sus disputas dinásticas y ceremonias rituales. Pero
el pueblo culpó a sus gobernantes de la caótica situación y de haber perdido el
favor de los dioses. En consecuencia, los jerarcas incrementaron los
sacrificios humanos para ganarse el favor divino, sin conseguirlo…
Colapso final
A finales del siglo VII, las lluvias provocadas por un Niño
extremadamente intenso arrasaron muchos sistemas de regadío cercanos a Pampa
Grande y Galindo. En consecuencia, ambos centros fueron abandonados hacia el
año 750 y la población se agrupó de forma independiente, lo que supuso el
derrumbamiento del sistema político mochica. Puede que incluso estallara una
guerra civil: la arqueología demuestra que los mochicas, tras abandonar sus
antiguos asentamientos, crearon otros nuevos, donde las enormes huacas de
antaño fueron reemplazadas por fortalezas.
Al haber perdido la autoridad y el control sobre su pueblo,
los jefes mochicas se enfrentaron entre sí en una feroz lucha por el control de
los escasos recursos que quedaban en la zona. Los últimos asentamientos
mochicas, gobernados por una desgastada clase dirigente, no pudieron evitar
caer en manos del emergente Estado huari (o wari), una arrolladora maquinaria
militar que conquistó la mayoría de señoríos costeños y de la sierra de la zona
central del Pacífico peruano. En los siguientes tres siglos, los huari
concentraron un poder inmenso, construyeron enormes centros urbanos y
edificaron un auténtico imperio, hecho sin precedentes hasta entonces en la
historia de las culturas andinas.http://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/el-dramatico-final-de-la-civilizacion-mochica_6641
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