Me entero de que acaba de morir a
los 93 años el general Edgardo Mercado Jarrín, excanciller y expremier de la
dictadura militar velasquista. Como es usual en el Perú cuando se muere
alguien, solo escucho en público elogios (que fervientemente espero -y no creo-
que pase en mi caso cuando me toque el baile. Detesto las hipocresías.
Vitupérenme por favor). Espero que el caballero descanse en paz, pero
ciertamente no gozaba de mis simpatías. No solo fue un puntal de una dictadura
ladrona y demagógica que hundió por décadas al Perú e instauró personalmente
una absurda política exterior que nos aisló de Occidente y Latinoamérica, sino
que no tuvo ni siquiera las agallas de derrocar a Velasco y salvar al país
cuando éste estaba aún inconsciente en el Hospital Militar tras la rotura de un
aneurisma en febrero de 1973. Nos hubiera ahorrado dos años y medio más de
barbaridades, además de la expropiación de los diarios. Y ha sido una lástima
que ninguno de los militares velasquistas haya purgado cárcel por sus excesos y
todos se hayan ido muriendo tranquilitos en sus camas. Hay hombres que pecan
por acción y otros por omisión. Mercado Jarrín era de los segundos. Y prefiero
a los primeros. No me gustan los tibios (y los hipócritas). Aldo Mariátegui.
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