Don Miguel de Unamuno, que es uno de los filósofos que más se han divertido con los mitos que rodean al rango y la nobleza, cuenta que se encuentra arraigada la creencia de que los títulos nobiliarios son como el vino: mientras más viejos, mejor. Lo que estos henchidos caballeros desconocen es que todo les viene de los pocos escrúpulos como de la absoluta carencia de sentido moral de sus antepasados: "Fueron soldados bárbaros que, sirviendo a su amo con la lealtad de un perro dogo, recibieron como recompensa un marquesado". Lo que significa que mientras más hondo se excava en el origen de un título, más crecen las posibilidades de encontrarse con una gavilla de asesinos.
Por estos lares; es decir, desde México hasta la Patagonia, el racismo llegó con la Conquista y se instaló en el linaje imaginario de viejos esclavistas y chancheros que, al no poder regresar a España, decidieron distinguirse de la indiada pretendiendo descender de reyes y marqueses. Todas estas señales de superioridad aún sobreviven, y aunque no hay ley que sancione la huachafería (quizá por ser parte importante de nuestra historia), sí se le castiga con el ridículo. Y es que hoy todos saben que los conceptos de aristocracia y nobleza son solo imaginarios. Lo que sí divide a los hombres, formando entre ellos diferencias profundas, es el conocimiento. Lo demás, todo lo demás, solo es ópera bufa; esa ópera bufa que tan magistralmente están interpretando los caviares desde la Municipalidad de Lima.
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