Dos asuntos han marcado el quehacer de los inversionistas en las últimas semanas: uno, la expectativa de una subida de tasas antes de lo previsto, quizás en la reunión del próximo mes de junio; y dos, que pese a ese cambio en las expectativas sobre el próximo movimiento de las tasas, el mercado lo ha digerido excepcionalmente bien, sobre todo Wall Street. Y eso sin duda facilita el trabajo a la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed).
Los altos funcionarios de la Fed se han encargado, con esmero, de ir preparando el terreno. La presidenta de la Fed, Janet Yellen, se sumó el pasado viernes a ese discurso al decir que probablemente sea apropiada una subida de tasas “en los próximos meses”, sin apuntar directamente a la reunión del 15 de junio. Si ese momento es junio o no dependerá en buena medida en los indicadores económicos que se publicarán de aquí a esa fecha y cómo reaccionen los mercados a dichas cifras. Tres objetivos medirá la Fed durante esos días: crecimiento y empleo, inflación y, quizás el más importante, estabilidad financiera.
Crecimiento y empleo. En lo que se refiere al primer objetivo, la recuperación económica sigue su curso. Aunque el crecimiento en el primer trimestre fue débil, sí fue más robusto de lo inicialmente reportado. El viernes se supo que el PIB para el primer trimestre aumentó un 0.8%, que si bien es sustancialmente inferior a la tasa de 1.4% publicado para el cuarto trimestre, sí mejora la tasa de 0.5% que se reportó originalmente.
Gran parte de la desaceleración se puede atribuir al menor dinamismo del gasto de consumo. Sin embargo, el consumo privado pudo recobrar renovados bríos al inicio del segundo trimestre. En abril, las ventas minoristas se dispararon un 1.3%, la mayor tasa en más de un año luego de un primer trimestre muy plano. Esa fortaleza del consumo privado en abril debe ser corroborado por el gasto de consumo personal que se publica el martes: el consenso estima que aumente un 0.7% tras una magra tasa de 0.1% en abril, lo que significaría el crecimiento más vigoroso desde mayo del año pasado. Además, el ritmo de crecimiento de los ingresos son un buen sostén para el consumo futuro: el ingreso personal se estima que aumente un 0.4%, igualando la tasa de marzo. A su vez, el miércoles tendremos un indicio de cómo anduvo el consumidor en mayo gracias a los datos de ventas de vehículos domésticos. El día previo a la decisión de la Fed, el 14 de junio, se publicarán las ventas minoristas de mayo.
Por su parte, el mercado laboral sigue creando empleos a un buen ritmo, pese a que en abril se desacelerara a 160,000 puestos de trabajo comparado con los 208,000 del mes previo. El viernes se publicará el dato de empleo de mayo, otra de las piezas clave para la reunión de la Fed del 15 de junio, y los analistas prevén que la economía estadunidense genere otros 160,000 empleos en tanto la tasa de desempleo podría descender a 4.9% comparado con 5.0% en abril. En consecuencia, la recuperación económica no parece correr peligro y atendiendo a ese objetivo, un aumento de tasas está más que justificado.
Precios. También estaría justificado si consideramos el objetivo de inflación. El dato más inquietante es la inflación subyacente medida por el Índice de Precios al Consumidor (IPC): la tasa anual se ubicó en 2.1% en abril, y en febrero llegó a situarse en 2.3%, la más alta desde septiembre de 2008, cuando la crisis de Lehman Brothers. La tasa anual del índice general, debido a la caída de los precios de los combustibles, todavía está en un cómodo nivel de 1.1%, si bien hace apenas ocho meses estaba en 0%. De aquí en adelante se espera que el repunte de la inflación general continúe y se vaya alineando con la subyacente conforme el efecto de los combustibles se desvanece.
Es verdad que la Fed no mira tanto al IPC sino al deflactor del gasto de consumo, y aquí los niveles son algo más confortables: la subyacente se situó en marzo en 1.6% y la tasa general en 0.8%, y ambos componentes se encuentran aún por debajo del objetivo de la Fed de 2%. Ahora bien, el martes se publica el dato de abril, y será otro elemento fundamental de cara a la decisión de la Fed de junio. La tasa anual de la inflación subyacente, según el consenso de analistas, pronostica que se mantenga sin cambios en 1.6%. Pero la inflación general podría acelerarse de 0,8% en marzo a 1,1% en abril.
Junto a los deflactores, la Fed escudriñará la evolución de las remuneraciones por hora, dato incorporado en el reporte de empleo. La tasa mensual de mayo podría aumentar un 0.2%, lo que arrojaría una tasa anual de 2,5%, la misma que la observada en abril. Sin embargo, la tasa de 2,5% se sitúa en la parte alta del rango en el que en el que se ha movido desde la Gran Recesión. Esa presión salarial es más preocupante aún en el actual contexto de baja productividad, lo que ha ocasionado un fuerte aumento de los costos laborales unitarios. El 7 de junio saldrá a la luz la cifra definitiva de los costos laborales unitarios, cuyo número preliminar fue un aumento de 4.1%.
Estabilidad financiera. Por tanto, observando los objetivos de crecimiento e inflación, la Fed debería estar ya inmersa en un ciclo de subidas de tasas. Sin embargo, está dubitativa, insegura, moviéndose con todo el tacto que le es posible. Y la razón es el tercer objetivo, quizás el más delicado y prioritario: el de salvaguardar la estabilidad financiera. La Fed es absolutamente consciente de que tanto el objetivo de crecimiento como el de inflación están supeditados al de la estabilidad financiera: en caso de quebrarse esta última, la economía podría dirigirse a una nueva recesión que desembocaría, de nuevo, en riesgos de deflación.
La Fed, además, está perfectamente aleccionada de las dos recientes convulsiones en los mercados financieros: la primera tuvo lugar en agosto del año pasado, y en parte se debió a los vaivenes que generó la expectativa de un alza de tasas en septiembre. La segunda aconteció en enero, y en parte fue en respuesta al aumento de tasas de finales del año pasado, lo que obligó a la Fed a suavizar la senda esperada de aumentos de tasas para este año y a abortar la expectativa de un incremento en el mes de marzo.
Por eso el mimo con el que dirige a los mercados. Y sorprende el éxito que ha tenido estos días: la Fed ha sabido incorporar en las expectativas del mercado un alza de tasas que podría suceder en junio con mucha naturalidad. No hay que perder de vista que el pasado 16 de mayo, las probabilidades que los futuros asignaban a un incremento de tasas en junio apenas eran de 4%. Ahora, antes de que acabe el mes, ya es de 30%. Sin embargo, ese cambio en las expectativas del mercado no ha generado esta vez turbulencias en las bolsas. La semana pasada, el S&P 500 trepó 2.3% y cerró acariciando los 2,100 pts, por lo que se queda a 1.5% de su récord.
Por tanto, las condiciones son perfectas para disparar un alza de tasas. Sólo falta que el mercado lo incorpore plenamente en sus expectativas. Hasta ahora lo descuenta con una probabilidad del 30%, pero los datos de la semana que viene pueden hacer el resto del trabajo y reconducirlas hasta el 50%. Y si los mercados aguantan y no dan ningún susto, dudamos que la Fed desaproveche una oportunidad tan clara.
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