El
líder del Ejecutivo europeo llegó a Grecia con una zanahoria –el desbloqueo del próximo
tramo de ayuda, 31.000 millones de euros que deben llegar en septiembre para
que el Estado pague a sus médicos y maestros- y con un palo –la enésima oleada
de recortes, esta vez de 11.600 millones de euros, que el Gobierno tiene que
aprobar para este año y el próximo-. “La palabra clave es cumplir. El principal
asunto en poner en marcha medidas. Deben terminar los retrasos. Las palabras no
son suficientes. Las acciones son importantes”, dijo Barroso tras entrevistarse
con el primer ministro, el conservador Andonis Samarás. “La distancia que
Europa ha mostrado durante la crisis se suma al sentimiento de que nos han
dejado aislados y de que muchos líderes realmente no entienden los problemas
del país”, resume Nick Malkoutzis, director adjunto de la edición inglesa del
periódico reformista Kathimerini.
La
visita de Barroso y de los inspectores de los tres organismos que deben prestar
el dinero a Grecia –Comisión, BCE y el FMI- coincide con una creciente sensación
de hartazgo por parte de los prestamistas europeos y una escalada en las declaraciones de los líderes
alemanes, que cada vez se
muestran más dispuestos a dejar caer al socio más débil de la eurozona. Samarás
mostró ayer su enfado por estas declaraciones que “socavan” los esfuerzos
hechos por Grecia.
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