Podríamos decir que el Perú bajo Humala aprobó su más duro ‘stress
test’. Si con Humala el Perú no se descarriló por completo, aún podemos mirar
con esperanza al futuro.
Sin embargo, no debemos confundir esperanza con complacencia; basta
mirar lo que sucede hoy en Chile, un país que ha sido ejemplo de políticas
sensatas que despertaron admiración en todo el mundo, y que ahora parece haber
caído en un círculo vicioso de populismo cortoplacista. En lugar de perfeccionar sus políticas para
enmendar aquello que con razón demandaban sectores de la población, los
chilenos han optado por políticas que amenazan con destruir permanentemente ese
camino de progreso que los llevó a estar a solo un paso de ser un país
desarrollado.
Si bien el Perú ha sufrido un duro revés en los últimos cinco años en
términos de la desaceleración del crecimiento, la caída en la inversión privada
y particularmente en el deterioro de sus instituciones, también es cierto que
el Perú mantiene intactas sus fortalezas expresadas en la solidez
macroeconómica, su integración al mundo, sus enormes recursos naturales, su
vocación de prosperidad, la laboriosidad de su gente y la calidad de sus
empresarios.
Estas virtudes son las que dos de los más influyentes economistas
colombianos, Rodrigo Botero Montoya y Rudolf Hommes, han resaltado la semana
pasada en sendos artículos de opinión publicados en medios colombianos, y en el
caso del de Botero, también en O Globo de Río de Janeiro. Ambos ex ministros de
Hacienda de su país enfatizan la virtud peruana de haber mantenido durante casi
un cuarto de siglo políticas macroeconómicas prudentes a la vez de una vocación
tenaz de integración económica al mundo, desmantelando sus barreras comerciales
y firmando acuerdos comerciales con casi todos los países desarrollados.
Valoran que el Perú sea miembro del APEC y signatario del TPP (el tratado
Transpacífico). Resalta igualmente Botero la iniciativa peruana para la
constitución de la Alianza del Pacífico, el exitoso proyecto de integración
regional abierto al mundo. Todo lo anterior, dicen, ha sido el factor
fundamental para la notable disminución de la pobreza.
Son justamente la prudencia macroeconómica y la apertura al mundo los
elementos claves del éxito peruano en sostener por 23 años una tasa de
crecimiento anual promedio del 5,1%; y lo más importante: para cortar la
pobreza a la tercera parte. Ello a pesar de haber soportado las crisis
bancarias de finales de los noventa, los efectos de las crisis rusa y asiática,
y la crisis política del final del gobierno de Alberto Fujimori.
De allí la urgente necesidad de que el nuevo gobierno alcance la tasa
de crecimiento que se ha propuesto, y que esta se sostenga en el tiempo. Muchas
veces se subestima el poder acumulativo del continuo crecimiento. Cada punto
cuenta. En la década que terminó el año 2013, el Perú creció a un promedio de
6,4% por año, lo cual aumentó en 80% el tamaño de su economía mientras que la
población creció sólo 11%. Si comparamos los últimos 23 años en donde gozamos
de un fuerte progreso económico y social con el crecimiento promedio desde el
golpe de Estado de 1968 hasta el año 1990, en esos coincidentemente también 23
años el Perú creció a una tasa promedio de 1,6%; su economía creció 44%, pero
su población aumentó en 74% (de 12,5 millones a 21,8 millones), provocando una
caída estrepitosa de la producción por habitante, llevando el país al atraso y
a más de la mitad de todos los peruanos a la miseria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario