sábado, 27 de agosto de 2016

EL COMERCIO. Un poquito más, la columna de Jaime de Althaus

Algunos han visto el largo debate de dos días en el Congreso la semana pasada como una ordalía que tuvo que pasar el Gabinete para obtener el voto de confianza, pero en realidad el ejercicio terminó siendo, a mi juicio, pese a todo, muy constructivo y promisorio.
No solo ni principalmente por el voto de confianza casi unánime que obtuvo el Gabinete Zavala, que fue un alivio nacional, sino por la forma en que se obtuvo, producto de un intercambio real de preguntas y respuestas con sentido.
Es decir, hubo un diálogo significativo. No se trató del clásico ritual de ataques desaforados o demagógicos de un lado, y respuestas desganadas o despectivas del otro, como hemos presenciado tantas veces, sino del señalamiento por parte de la oposición de carencias sustantivas en la presentación del primer ministro –cómo se recibió el Estado, situación real de la economía y cómo se van a financiar los programas anunciados considerando el creciente déficit fiscal existente–, que fueron suficientemente absueltas por el primer ministro y el de Economía en sus intervenciones finales.
Es decir, hubo una secuencia clara de tres actos: 1. Preguntas claras sobre vacíos en la presentación; 2. Respuestas satisfactorias que llenaron esos vacíos; 3: Aprobación.
Una trama, un libreto, perfectamente racional. Que, por añadidura, resultó conveniente a la postre para el propio gobierno porque puso en evidencia que la situación heredada era peor de lo que suponíamos. Y todo esto con el agregado no menos importante de un pedido justo de disculpas por ofensas recibidas en la campaña que también fue satisfecho con mucha clase por el ministro Basombrío. Heridas cerradas. Más no se puede pedir.
Si esta dinámica marca la pauta, lo que tendremos es una relación entre gobierno y oposición (Fuerza Popular) basada predominantemente en la razón y no en la pasión o en el cálculo político inmediatista.
De hecho, se anunció que los ministros irían a las comisiones antes de solicitar las facultades delegadas para explicar por qué se necesitan, y anteayer la Comisión de Presupuesto aprobó el proyecto de ley que suaviza la reducción del déficit fiscal hasta el 2021.
Parece que será posible el intercambio racional de argumentos y propuestas. Pero no basta. El Congreso debería dar el siguiente paso: el acuerdo general en lugar del tratamiento proyecto por proyecto. Porque lo que estamos viendo es ya la proliferación incontenible de proyectos de ley.
Cada congresista presenta los suyos y no existen prioridades derivadas de un acuerdo que establezca grandes objetivos y reformas y desprenda de allí una agenda legislativa que permita avanzar sin desperdiciar tiempo y energía en una miríada de iniciativas dispersas e inconexas.
Esto es fundamental si queremos hacer las reformas indispensables para pegar un salto hacia adelante y no quedarnos estancados para siempre en la trampa del ingreso medio.   


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