El griego Papadimus, venido de las canteras del Banco Central Europeo, acostumbrado al ucase de banqueros que los políticos tienen que implementar, duró tan solo seis meses en el cargo, por el que pasó con intrascendencia. Mientras en Italia, Mario Monti ha sido toda una revelación en la política, ha dimitido al año, no por ineficacia, sino por haber perdido el apoyo en el parlamento ante una decisión personal de “Il Cavalieri”, Silvio Berlusconi. Su paso de cinco años por la Comisión de la Competencia de la Comisión Europea le dio el manejo suficiente, donde lidió con intereses económicos mezclados con el lobby de los poderes fácticos, como el caso de Microsoft, General Electric, Honeywell, Alitalia y Air France. Ha abierto un sendero para los técnicos interesados en política.
La nueva clase de personaje que va a tomar importancia para gobernar, les llamo los “tecnopolíticos”. Profesionales, venidos de una cantera especializada de la economía o las finanzas, que en su labor cotidiana tienen que alternar con poderes formales, ocultos y fácticos. No son partidarizados, pero entienden de doctrinas y de comportamientos de los hombres públicos que defienden intereses excelsos o subalternos. Como tal tienen mucho más manejo que el político puro, donde generalmente prima más el instinto que la racionalidad.
Desde el viejo continente nos llega esta señal, Latinoamérica tiene la suya en Brasil con Dilma Rouseff, que también tiene un pasado de especialista alternado con su militancia doctrinaria, que muy pocos conocen. El gran reto para los años venideros es que se convierta en nueva corriente mundial, sólidas consiguen formar organizaciones con representatividad ciudadana y cuadros de líderes para el largo plazo.
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