El propio "Plan B" de Boehner colapsó el jueves por la noche cuando no logró conseguir el apoyo de sus correligionarios republicanos en la Cámara de Representantes. Si no hay acuerdo, subirán los impuestos para todos los contribuyentes y comenzarán a aplicarse cientos de miles de millones de dólares en recortes de gastos gubernamentales en forma automática el próximo mes, lo que podría sumir a la economía estadounidense en una recesión.
En el ojo de la tormenta estaba Boehner, quien accedió en forma renuente a una exigencia del presidente Barack Obama de subir los impuestos a los estadounidenses más ricos, sólo para descubrir que no podía contar con el apoyo de los conservadores que se oponen a los impuestos dentro de su propio partido.
Luego de prolongadas negociaciones, Boehner había conseguido un compromiso de Obama de elevar los impuestos sobre los estadounidenses que ganaran más de US$400.000 al año en vez de sobre aquellos que obtuvieran más de US$250.000 millones anuales, como quería el presidente.
Pero como se estancaron las negociaciones sobre el nivel de recortes de gastos que sería aceptado por Obama, Boehner trató de defender un plan secundario para elevar los impuestos sólo a aquellos que ganaran más de un millón de dólares al año, que conforman sólo un 0,18% de los estadounidenses. Ese plan falló porque los republicanos conservadores de la Cámara de Representantes se negaron a respaldar aumentos de impuestos para nadie. Ahora, el liderazgo de Boehner está en cuestionamiento y ambos partidos se han culpado uno a otro antes de salir de Washington con motivo de las fiestas navideñas.
Obama y los demócratas en el Congreso insisten en que los estadounidenses más ricos paguen más impuestos para ayudar a reducir el alto déficit presupuestario federal y para evitar profundos recortes de gastos. Los republicanos controlan la Cámara de Representantes y los demócratas controlan el Senado.
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