El recién elegido presidente de México Enrique Peña Nieto ha enviado el mensaje de tener la intención de otorgarle al estado el control sobre la política educativa. El mensaje, aparentemente dirigido a Elba Esther Gordillo –lideresa que por 23 años ha dirigido el sindicato más grande y poderoso de América Latina, el sindicato de maestros (SNTE)– sugiere que su gobierno no va a ceder ante ella, tal como lo han hecho otros en el pasado. Si Peña Nieto logra tener éxito está por verse.
El mensaje, enviado la semana pasada, llegó en la forma de una designación ministerial, un pacto de reforma educativa, y una propuesta de enmienda constitucional.
Para empezar, Peña Nieto eligió a Emilio Chuayfett, un claro oponente de Elba Esther, como ministro de educación. Chuayfett ha estado en la política durante 38 años, y durante ese tiempo ha logrado demostrarse como un hábil operador político y un servidor público comprometido. A pesar de que Elba Esther y Chuayfett fungieron como diputados para el PRI durante la misma legislatura, tuvieron varias divergencias. Sus confrontaciones y diferencias eventualmente llevaron a la expulsión de Elba Esther no sólo del Congreso, sino también del PRI, llevándola a formar su propio partido político Nueva Alianza. La designación de Chuayfett como ministro de la educación debería ser una preocupación para Elba Esther.
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