Como si se tratara de un cuento de Dickens, nuestra pareja presidencial debería disfrazarse de simples ciudadanos para darse una vuelta por Europa, sin privilegios ni protocolos, para que vean lo mal que lo están pasando, por no haber hecho lo que en el Perú se viene haciendo hace 20 años.
Así tenemos que los europeos están convulsionados porque han descubierto que ya no podrán seguir viviendo al nivel al que estaban acostumbrados, pero que no era en lo absoluto justificado. Las décadas de subsidio social se han terminado y tendrán que trabajar para recibir un buen salario, lo cual no tiene nada de raro para los peruanos acostumbrados a ganarnos el pan a diario, pero que, al menos, un par de generaciones de europeos habían olvidado.Por otro lado, el problema de los estados quebrados en Europa es de tal magnitud que, luego de 4 años de ajustes, todavía tienen para rato. Incluso, uno diría que es probable que solo hayan avanzado la mitad del camino en el sinceramiento que requieren lograr para retornar a un crecimiento que sea adecuado, con lo cual no tenemos duda de que cualquier gobernante europeo daría una pierna y un brazo a cambio de tener una economía dinámica con un fisco solvente, como en nuestro caso.
Sin embargo, pese a la brillante oportunidad de poder atraer más inversión, al ser uno de los pocos países del mundo que tiene futuro y está sano, nuestra pareja presidencial –obsesionada por la reelección conyugal– está mirando hacia otro lado y un periodo tan auspicioso corre el riesgo de ser desaprovechado.
Por ello, creemos que la primera dama y el mandatario deberían tranquilizarse y dejar de complotar o insultar tanto, para mirarse al espejo y apreciar lo que hemos logrado. Los años de esfuerzo que nos han permitido diferenciarnos del resto no les pertenecen a ellos, sino a todos los peruanos, por lo que no tienen derecho a desperdiciarlos.
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