domingo, 23 de diciembre de 2012

La incertidumbre sobre la salud de Chávez aviva la lucha por la sucesión

La Constitución de 1999 no deja lugar a dudas en su artículo 231. Si el 10 de enero Chávez no se hace presente, se cumplirían los extremos para que el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), con la ratificación de la Asamblea Nacional (AN), declare la falta del funcionario. Esa falta pudiera ser “absoluta”, por muerte o incapacidad, en cuyo caso el presidente de la AN asumiría la presidencia de la República con carácter interino para convocar a elecciones presidenciales en un plazo de 30 días. O también pudiera ser “temporal”, lo que requeriría una certificación por parte del Tribunal de la condición que define esa falta, y daría lugar a dos prórrogas de 90 días antes de desembocar en la convocatoria de elecciones.

Sin embargo, el presidente de la Asamblea, Diosdado Cabello (propso) el sábado posponer la investidura, algo que explícitamente apoyó la presidenta del Tribunal Supremo, Luisa Estella Morales, en declaraciones el pasado jueves. Cabello aseguró: “Ellos [la oposición] creen que si el presidente no va, pues entonces abandonó. En la Constitución hay un punto que indica que si este no puede tomar posesión el 10 de enero por razones sobrevenidas se juramentará ante el TSJ. ¿Cuándo? No dice. ¿Dónde? No dice. Pero él seguirá siendo nuestro presidente”. “Olvídense de la fecha del 10 de enero, señores”, concluyó, y añadió que no pensaba convocar nuevas elecciones.
Pero según algunos analistas, la inflexibilidad de Cabello no estaría motivada ni por una lealtad altruista ni por una estrategia concertada dentro del chavismo. En realidad Cabello tendría aspiraciones a la sucesión... de hecho siempre se le mencionó como líder de una de las facciones que conviven bajo el liderazgo de Chávez. Cabello ganó reputación de buen gerente como director de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones. Las virtudes ejecutivas lo siguieron acompañando como vicepresidente de la República, ministro de varias carteras y gobernador del Estado de Miranda. 
Junto a Cabello, el exvicepresidente, Elías Jaua, líder de la facción talibana del chavismo, también mostraba un perfil presidenciable. Pero sus posibilidades se han visto mermadas por su reciente derrota ante el opositor Henrique Capriles...
El tercero en liza, Nicolás Maduro, actual vicepresidente, forma parte de una facción que se pretende civilista. Se convirtió en el primogénito entre los herederos la noche del 8 de diciembre, cuando Chávez expresó su voluntad de que se convocara elecciones y que se eligiera “a Nicolás Maduro como presidente”. Esa suerte de testamento político de Chávez debió ser suficiente no solo para dirimir el venidero liderazgo del oficialismo, sino quizás para encumbrar a Maduro como ganador en esas eventuales elecciones, montado sobre la ola emocional de compasión y solidaridad con el comandante dado de baja. Pero una prolongación del interregno u otras hipótesis, que pudieran incluir una reincorporación temporal de Chávez a su cargo, tal vez darían nuevo vigor a las posibilidades de Cabello.
Curiosamente, la denuncia más rotunda de esta lucha palaciega no proviene de las filas de la oposición, todavía desconcertada tras su derrota en las pasadas elecciones regionales del 16 de diciembre. Fue Heinz Dieterich, un académico de origen alemán de la UNAM quien dio la voz de alarma. En un artículo titulado sin ambages Diosdado desconoce al presidente Chávez, Dieterich acusa a Cabello de “operar en lo oscurito para configurar a su favor el ajedrez de la sucesión”. La opinión de Dieterich, reproducida en diversos medios de la extrema izquierda prochavista, tiene su peso. Fue quien acuñó la expresión de “Socialismo de Siglo XXI” como lema para la nueva izquierda latinoamericana y sirvió como mentor ideológico del chavismo hasta que rompió con los bolivarianos tras señalar su deriva burocrática y el ascenso de un ala que denomina “derecha endógena”. Cabello se apresuró en tachar a Dieterich de “chulo”: “Sabrá Dios cuánto le estarán pagando, es de esos que cuando ven un movimiento revolucionario se acercan”.
Ni bien terminó de asimilar su papel de ungido, Maduro ha tenido que enfrentar como mejor puede esta primera prueba para su liderazgo en ciernes. La semana pasada, él y Cabello se alternaron para asistir a las diversas tomas de posesión de los gobernadores electos el 16 de diciembre. En el reparto de funciones parece yacer un mensaje salomónico de equilibrio y apaciguamiento. Desde Mérida, Maduro fustigó una supuesta campaña internacional para dividir a la cúpula chavista. “Que si Diosdado es Stalin y yo soy Trotsky”, caricaturizó. “Ridículos, ridículos y más ridículos en la derecha. Nosotros queremos decirles que hemos construido una verdadera hermandad”. Pero en esa intervención, de manera inadvertida o no, Maduro incorporó un nuevo candidato a la sucesión del presidente, cuando mencionó al todopoderoso ministro de Energía y presidente de la petrolera estatal PDVSA, Rafael Ramírez, como uno de los referentes revolucionarios con los que “quieren ponernos a pelear”.
http://internacional.elpais.com/internacional/2012/12/23/actualidad/1356298346_730906.html

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