Hubiéramos creído que estaba claro que ya habíamos perdido suficiente tiempo en este tema. A diferencia de Chile y Colombia, que nos han sacado enorme ventaja en modernización de puertos precisamente porque los han concesionado, el Perú se demoró casi diez años entre la primera concesión que hizo, la del puerto de Matarani, en 1999, y la segunda que logró ejecutar, la del Muelle Sur del Callao. Todo ello debido a la misma perseverancia en el error que ahora nos lleva a reconstruir una entidad inútil. La historia de Matarani es un buen ejemplo de a dónde podríamos estar en esta materia si no hubiésemos insistido en optar por el camino en el que ahora queremos profundizar. La empresa concesionaria, que recibió el puerto con un flujo de un millón de toneladas anuales, cerrará este año con casi cuatro millones, luego de haber invertido 40 millones de dólares en infraestructura. Hace más de un año presentó un proyecto de ampliación por 140 millones de dólares que, aunque parezca mentira, no ha sido aprobado hasta ahora. Otro ejemplo es el del Muelle Sur,en el Callao. Gracias a la concesión este puerto se está convirtiendo en ‘hub’: en vista de que ahora sí pueden acoderar los gigantescos barcos súper post panamax, de 337 metros (más de tres cuadras) de largo, las líneas navieras están orientando rutas al Callao como puerto principal, para desde ahí reembarcar la mercadería a Chile y otros países con barcos más pequeños. Para nuestra mercadería eso supone costos menores de transbordo, y un ahorro de 21 mil dólares en el flete por barco (según la Autoridad Portuaria), para beneficio del consumidor peruano, de las exportaciones y de la consecuente generación de empleo. Por otra parte, ahora los barcos son atendidos ya no en 4 días en promedio, como sucedía con Enapu, sino en 12 horas. Todo, gracias a una inversión de más de 400 millones de dólares en obras, dragado y compra de 18 grúas de patio y 6 grúas súper post panamax, en un puerto que hasta hace pocos años, luego de décadas administrado por Enapu, era el único puerto importante del Pacífico que no tenía una sola grúa (así como suena: ni una).
¿Cómo se explica, entonces, que un gobierno “nacionalista” opte por una entelequia estatista ineficiente en claro detrimento del interés nacional, en este caso expresado en la recuperación de la preeminencia del Callao frente a puertos de otros países y en la generación de más empleos y productos más baratos para los peruanos? Hay dos opciones. O estamos ante un caso de clientelismo político, donde de lo que se trata es de intercambiar favores con gremios poderosos a costa del resto del país, o estamos ante una (persistente) rebelión contra la razón, donde se cree que se pueden seguir haciendo las mismas cosas y obtener resultados diferentes. Sea la que fuese, una cosa está clara: con ninguna de las dos opciones llegaremos a buen puerto.
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