¿Quiere Correa la transparencia? El objetivo de
su acción es transparente.
No es el único gobernante latinoamericano que
intenta acallar a las voces críticas. Similares políticas del garrote aplican
con variantes Cristina Kirchner en Argentina, Hugo Chávez en Venezuela, Evo
Morales en Bolivia y Daniel Ortega en Nicaragua. Gobernar no es fácil y todos
los gobernantes le temen a la transparencia sin límites, como bien lo han
demostrado las filtraciones de Wikileaks. Pero las libertades públicas no son
conculcables y menos aún en sociedades democráticas. Cuando un gobierno abusa
de su control de los medios estatales y trata de cerrar los medios opositores,
puede ganar algunas cosas en el corto plazo, pero a la larga daña a su propio
país, porque desinforma a la opinión pública, hace que se pierda la confianza
en las instituciones y en definitiva corroe la gobernabilidad democrática. En los países donde las instituciones son
débiles, incluyendo los partidos políticos, algunos medios de comunicación
privados tienden a ocupar el sitio que les correspondería a los partidos. No
son realmente medios independientes sino medios de oposición, convirtiéndose
muchas veces en líderes de la oposición. Eso los vuelve más vulnerables a los
ataques del gobierno, cuya vocación autoritaria lo impulsa a acallar y cerrar
esos medios de comunicación.
AL lleva ya una década de crecimiento económico y
desarrollo social, pero algunos de sus países, como Ecuador, aún no muestran
estabilidad institucional ni respeto por las reglas del juego de la
gobernabilidad democrática. Afortunadamente los gobiernos de Brasil, Chile,
Colombia, Perú e incluso México han aprendido las lecciones de su historia, y
gozan de prensa libre y relativa transparencia. No se puede decir lo mismo de los actuales
gobiernos de Venezuela, Argentina, Bolivia y Ecuador. En ese sentido, que
Rafael Correa le de asilo político a Julian Assange, y que Assange le haya
pedido asilo a Correa, constituye una ironía suprema. Pero más que hacernos
sonreír, debiera hacernos llorar.
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