lunes, 6 de agosto de 2012

AE. Rafael Correa: ¿el buen dictador?

Fue difícil no sonreir hace unos días, cuando Christine Assange, la madre del célebre prófugo australiano Julian Assange, se reunió en Quito con el presidente de Ecuador, Rafael Correa, a pedirle en persona asilo para su hijo, quien lleva cerca de dos meses refugiado en la embajada ecuatoriana en Londres. No hubo prensa invitada a la reunión, con excepción de cámaras de la TV estatal. Y terminada la cita, los medios de comunicación de gobierno informaron que la madre de Assange defendió a Correa de las acusaciones de dictador que hacen los medios de oposición. "Usted es un muy buen dictador”, dijo Christine Assange a Correa según la prensa oficialista. “He caminado por las calles y veo a la gente sonriente y feliz". Sonriente y feliz es la imagen que el gobierno de Correa quiere proyectar dentro y fuera de Ecuador. Pero no es la imagen que debieran querer proyectar los Assange, si es que siguen fieles al espíritu de transparencia y apertura sin límites que inspiraron -y en teoría aún inspiran- a Wikileaks. Desde el comienzo de su gobierno, Correa ha arremetido constantemente contra los medios de comunicación privados, acusándolos de ser corruptos, mentirosos y herramientas de la oligarquía. Una y otra vez les ha enviado audtores de impuestos. Y pocos días antes de entrevistarse con la señora Assange, pidió públicamente a sus ministros que no concedan entrevistas a la prensa opositora ni pongan publicidad oficial en sus páginas. Además de su intento de suprimir a las voces críticas, el presidente ecuatoriano, desde 2007 hasta la fecha, ha obligado a las emisoras del país a transmitir 1.000 cadenas nacionales de radio y televisión, y 300 ediciones de su programa “Enlaces ciudadanos”, en el que básicamente reclama contra políticos opositores, empresarios opositores y periodistas opositores. Y al mismo tiempo que denuncia y trata de estrangular a los “monopolios” de medios de comunicación privados al servicio de la oposición, ha creado una gigantesca red de medios de comunicación estatales al servicio del gobierno

¿Quiere Correa la transparencia? El objetivo de su acción es transparente.

No es el único gobernante latinoamericano que intenta acallar a las voces críticas. Similares políticas del garrote aplican con variantes Cristina Kirchner en Argentina, Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia y Daniel Ortega en Nicaragua. Gobernar no es fácil y todos los gobernantes le temen a la transparencia sin límites, como bien lo han demostrado las filtraciones de Wikileaks. Pero las libertades públicas no son conculcables y menos aún en sociedades democráticas. Cuando un gobierno abusa de su control de los medios estatales y trata de cerrar los medios opositores, puede ganar algunas cosas en el corto plazo, pero a la larga daña a su propio país, porque desinforma a la opinión pública, hace que se pierda la confianza en las instituciones y en definitiva corroe la gobernabilidad democrática. En los países donde las instituciones son débiles, incluyendo los partidos políticos, algunos medios de comunicación privados tienden a ocupar el sitio que les correspondería a los partidos. No son realmente medios independientes sino medios de oposición, convirtiéndose muchas veces en líderes de la oposición. Eso los vuelve más vulnerables a los ataques del gobierno, cuya vocación autoritaria lo impulsa a acallar y cerrar esos medios de comunicación.

AL lleva ya una década de crecimiento económico y desarrollo social, pero algunos de sus países, como Ecuador, aún no muestran estabilidad institucional ni respeto por las reglas del juego de la gobernabilidad democrática. Afortunadamente los gobiernos de Brasil, Chile, Colombia, Perú e incluso México han aprendido las lecciones de su historia, y gozan de prensa libre y relativa transparencia. No se puede decir lo mismo de los actuales gobiernos de Venezuela, Argentina, Bolivia y Ecuador. En ese sentido, que Rafael Correa le de asilo político a Julian Assange, y que Assange le haya pedido asilo a Correa, constituye una ironía suprema. Pero más que hacernos sonreír, debiera hacernos llorar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario