martes, 24 de julio de 2012

del editorial de El Comercio

… no coincidimos con la opinión que concibe a la PUCP como una institución sectaria abocada a la creación de alumnos de una determinada tendencia política… podemos dar fe del amplio respeto por la libertad de cátedra que prima en la misma y de la elevada calidad de la enseñanza que se imparte en buena parte de sus cursos.
No creemos, sin embargo, que esta loable labor pueda realizarse pasando por sobre… el derecho que cada cual tiene sobre su nombre. Más en concreto… la respuesta… que ha dado el rector al decreto del Vaticano… va más allá del campo de lo errado para bordear el del cinismo… ¿es coherente que alguien pueda decir que el explícito rechazo del Papa es indiferente a su derecho a llamarse “pontificia”…? ¿tiene sentido que uno insista en publicitarse como “católico” contra la declarada opinión del pontífice… donde este tiene la última palabra? ¿No es hasta una falta de pudor insistir en llamarse con el nombre de una organización que no obliga a nadie a afiliarse a ella cuando al mismo tiempo uno está haciendo saber públicamente que no está dispuesto a cumplir sus reglas?...
Hablar… de una “universidad católica” no es… el equivalente de, por ejemplo, hablar de una eventual farmacia llamada “católica”. Las universidades católicas son un tipo de “producto” específico que tiene la Iglesia Católica alrededor del mundo: son universidades que están regidas por el derecho canónico con una serie de reglas determinadas… Por eso la PUCP no tomó simple y unilateralmente el nombre de “católica” y de “pontificia”, inscribiéndolos bajo legislación peruana, como hoy quieren dar a entender sus autoridades. No. Recibió el permiso eclesiástico para constituirse como una “universidad católica” al momento de su fundación en 1917, siendo reconocida como tal ese mismo año por el Estado Peruano, y luego recibió del Vaticano el título de “pontificia” en 1942. Por el mismo motivo presentó todos sus estatutos para revisión al Vaticano hasta 1967, cuando dejó de cumplir con esta obligación, pretendiendo desde esa fecha seguir con la franquicia, por así decirlo, sin cumplir con sus reglas. Algo que, sea quien sea la franquiciadora, es un acto de prepotencia.
Ni Enrique VIII… (que) por lo visto tenía algo que parece estarle faltando… a las autoridades de la PUCP: sentido del absurdo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario