sábado, 28 de julio de 2012

Mulder. La hoja de ruta

Cualquier automovilista sabe que una hoja de ruta es un mapa pormenorizado que contiene hasta el más mínimo de los detalles del camino por el cual ha de discurrir un vehículo, con señalamiento preciso de las metas parciales y finales de la trayectoria. Cada curva, cada cuesta, cada bache se encuentra señalado con detalles relevantes para facilitar la tarea del piloto, el que a cada segundo es orientado para esos efectos por un compañero de ruta. No cabe, por tanto, la improvisación ni la espontaneidad. El actual gobierno es llamado de “la hoja de ruta”… pero no por tener verdaderamente una. Por el contrario, el solo hecho de contar con tres gabinetes en menos de un año es demostración de que no se sigue ninguna ruta y que casi no se tiene idea de cuáles son las metas a alcanzar ni el camino a seguir. Es más. El propio piloto-presidente es cuestionado en su condición de tal, ya sea por la primera dama, por su vicepresidenta, sus congresistas y su propia familia. Todos se creen con derecho a ser voceros del Estado, y cada uno compite por ver quién obtiene más titulares de prensa evidenciando desorden e improvisación.
Los ministros, silenciosos en su mayoría, no han especificado, por su parte, cuáles son los objetivos precisos de su accionar sectorial con las metas a alcanzar el 28 de julio del 2016. Se desconoce cuáles son los indicadores de gestión en cada ministerio y cuáles los resultados esperados en materia de reducción de la pobreza, acceso a la salud, asistencia escolar, mortalidad materno-infantil, tasa de delincuencia, etc. Y aunque tuvieran esas metas, no se ve cómo es que han de alcanzarlas, en la medida en que sus responsables, que son los ministros, entran y salen del gabinete como si se tratase de un hotel con puerta giratoria. Sabemos y respaldamos la decisión de asumir la política de inversión con inclusión como una línea maestra que supone mantener nuestra economía en las actuales cifras de crecimiento y expansión. Pero esa tendencia, que tiene trece años y que se debe a la democracia peruana, puede desmoronarse muy rápidamente si uno de los pilares que la sostiene, cual es la confianza en su futuro, se erosiona justamente por falta de compromisos y de metas precisas. La economía es tan frágil que esta situación de imprevisión ya está empezando a verse reflejada en todos los indicadores económicos y sociales del país, que muestran desaceleración del crecimiento, aumento de la morosidad bancaria y cifras en rojo de nuestra balanza comercial, entre otras cosas. No es muy optimista el panorama además si, como dicen los especialistas, los efectos de la crisis europea llegarán a nuestras costas recién en el segundo semestre de este año.
De manera que, aquí, la clave parte de la generación de esa confianza que necesitan todos los actores sociales y económicos de un país. Ellos, lo que necesitan es ver a un presidente que conoce la problemática nacional, que tiene claras sus metas de solución, que sabe cuáles son los escollos que va a experimentar y cómo los superará y, sobre todo, que tiene mano firme en asirse al timón sin titubeos. En otras palabras, una hoja de ruta de verdad. ¿Estará a la altura el Sr. Ollanta Humala?

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