miércoles, 30 de enero de 2013

Fritz Du Bois. El pasajero.

Como si fuera un filme en el cual el protagonista pierde eventualmente la inhibición al sentirse confiado, Ollanta Humala parece estar perdiendo el temor y empieza a mostrar preferencia por la propuesta de gobierno que juró haber desechado.

Así, tenemos que en los últimos días se ha declarado a favor de la reforma agraria de Velasco y ha apoyado la actividad empresarial del Estado, para luego expresar admiración por el régimen cubano. Difícil pensar en tres otros episodios que hayan sido mayor fracaso, pero el mandatario no quiere darse por enterado.
Incluso, la impresión que está dando el presidente es la de un pasajero que se ha subido a un barco para aprovechar la velocidad crucero que ha heredado, pero que no parece creer en el destino final –una sociedad moderna respaldada por una dinámica economía de mercado– hacia donde está enrumbado.
Por otro lado, una explicación para este aparente cambio presidencial podría ser que las alturas a las que ha llegado en las encuestas lo están mareando y está interpretando mal la aprobación del soberano. Especialmente considerando que el principal motivo de su actual popularidad no es ni remotamente el programa trasnochado que originalmente presentó al electorado. Al contrario, el impulso se lo está dando la sensación de bienestar en la población gracias al fuerte crecimiento que se ha logrado durante los últimos años.
Más aún, este último está basado en la confianza tanto del consumidor como del empresariado, por lo que parece absurdo que Humala se corra el riesgo de enfriar ese entusiasmo con un viaje tan innecesario como el que hizo para reunirse con Chávez y Castro o con comentarios como los que ha hecho últimamente, que van en un sentido totalmente equivocado. Al final, las grietas que se van generando por la falta de convicción del mandatario no se notarán hasta que la confianza se haya desmoronado. Humala debería tener más cuidado.

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