sábado, 30 de marzo de 2013

Alfonso Baella Herrera. SIN RUMBO POLÍTICO


El país no encuentra un rumbo político que permita ver el presente y el futuro con esperanza y menos con optimismo. El gobierno del presidente Ollanta Humala, a punto de cumplir la tercera parte de su mandato constitucional, sólo flota en medio de la indefinición.

El agua tibia, el piloto automático y la falta de convicción parecen su credo. Humala disfruta del poder pero no lo ejerce. Manda pero no define. Está pero su presencia resulta, en muchos casos, intrascendente.
Lo que vemos es casi ya una suerte de “estilo presidencial” que comienza a parecer una parálisis en la ejecución de las verdaderas y grandes transformaciones que son urgentes, indispensables y oportunas, como nunca antes.

Es la hora del Perú, nos dicen todos quienes nos visitan de fuera, pero quien tiene el timón no se da cuenta cuál es ni la travesía ni el destino. No hay grandes obras, no hay grandes ideas, no hay, al parecer, un gran líder.

Contrasta esto con la aceptación de su gestión –más del 50% según casi todos los sondeos- que es enrostrada por sus voceros y operadores políticos como expresión de la “sabiduría popular” que sí reconoce la “mano presidencial”, pero que no es mérito sino de dos décadas de enormes sacrificios y aprendizajes en la que pasamos de la hiperinflación más destructiva al crecimiento más singular de América.

El mérito de Ollanta Humala parece ser, entonces, no haber destruido lo construido. El éxito resulta ser no mover nada. Lo genial ha sido, entonces, dejar la cosas casi como están pero con varias indefiniciones como las inversiones frustradas en minería e hidrocarburos. Su gobierno está en el camino de convertirse en el que menos hizo y más expectativas despertó, por ejemplo, en el sur del Perú donde todos saben que no habrá gas, por lo menos, durante este gobierno. Y eso para sólo mencionar un sector porque la lista del pasivo en educación, infraestructura, seguridad y reforma del Estado es creciente y frustrante. ¿Qué espera Humala?

Hace dos años, mientras Humala cambiaba su camiseta roja por una blanca, temíamos que el Perú pegara un retroceso histórico y nos convirtiéramos en colonia de Cuba como lo es Venezuela. No fue así pero ¿A dónde nos lleva este Gobierno?¿Cuál es la luz al final del camino?¿Qué futuro promete?

No basta ser presidente para, por ese sólo hecho, gobernar e inspirar. Son, indispensables, ideas y capacidad para convocar, comprometer y generar consensos. Hay que elevar el debate, subir el tono de la política y llevar a otros derroteros los temas nacionales. Hoy más que nunca necesitamos un rumbo político que fortalezca la institucionalidad democrática y que nos aleje de las tentaciones mesiánicas. Cada minuto sin hacer lo debido es un minuto perdido y también, lamentablemente, un tiempo robado a la esperanza de millones de compatriotas. Hay que fijar el rumbo y no perder el tiempo que no tenemos.

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