sábado, 30 de marzo de 2013

Mauricio Mulder, Más claro ni el agua

Estamos ante el preludio de un cuasi golpe de Estado permanente que pretende perennizar a una sociedad conyugal en el poder. Recientes declaraciones de la ministra de la Mujer, Ana Jara, en el sentido de que serán los órganos electorales los que decidirán si la señora Nadine Heredia de Humala puede ser candidata, revelan el verdadero entretelón con el que el Gobierno parece haber decidido ya embarcarse en una reelección disfrazada e imponer, desde el poder, la referida “candidatura”.
Es más, tienen tan avanzado el tema que han decidido, incluso, que el jefe de campaña será Felipe Belisario Wernus, alias Luis Favre, lo que revela que dicha campaña del 2016 tendrá las mismas características que la campaña del No en la revocatoria, es decir, dinero secreto a raudales y manejo del mismo para la neutralización de la prensa y los demás poderes fácticos de sociedad.
Mario Vargas Llosa, que –como recordamos– ofició de garante de los nuevos pergaminos democráticos del entonces candidato Humala, optó por una tímida oposición poniendo de relieve las “condiciones” (¿?) de la referida candidatura, aunque recordando el impedimento legal que todos conocemos. Y para mayor apuntalamiento, y consecuente con la ingenuidad que lo caracteriza, su hijo Alvarito lleva el apunte un poco más allá y dice que esa contingencia terminaría por “arruinar” a Humala.
Nadie sabe, obviamente, si las actuales condiciones políticas y sociales han de mantenerse en los próximos años en el país y si, en 2016, dichas condiciones permitan un atropello legal como el que anuncia la ministra Jara, portavoz de la señora Heredia. Pero hoy, marzo del 2013, sí es seguro que, dadas las circunstancias, están totalmente convencidos de ello.
Para comenzar, la “pareja presidencial” (huachafísimo neologismo que incluso ya se menciona en eventos oficiales) evidencia que para ellos, hasta hoy, el poder es un gozo. Fíjese que sin hacer absolutamente nada, ni una obra grande (carretera, hidroeléctrica, Conga, Inambari, seguridad ciudadana), el Gobierno goza de alta popularidad. El piloto automático le permite no tomar decisiones ni preocuparse de problemas. ¿Qué puede ser más fácil? Inaugura un caño por allí, un wawa wasi por allá, declara en directo en la TV, viaja al exterior en familia. Para dos eventuales debutantes en la política, que solo han probado las mieles de la misma y no han pasado todavía, como es tan común en nuestro país, por sus extraordinarias exigencias y tensiones, la necesidad de mantenerse en el poder se vuelve así casi como una droga.
No lo anuncian ni lo harán hasta enero del 2016 para que sus eventuales rivales aspirantes, hoy casi compañeros de ruta, como Toledo, la izquierda, PPK, y el arrinconamiento al fujimorismo, concentrado en un solo punto de plataforma política, les permitan tener espacio para eliminar el primer gran escollo que tienen todos los nombrados para concretar sus aspiraciones: eliminar a Alan García y al Apra.
Con el silencio de muchos, el Gobierno va a tratar de concretar, antes que cualquier otro elemento estratégico, el proceso de sacar a García del cuadro mediante el expediente de inhabilitarlo vía el Congreso, sin necesidad alguna de expresión de causa, por la vía de la acusación constitucional. No habrá necesidad de que quepan razones. Con los votos es suficiente.
Así que no nos hagamos los tontos. Que los “no lo estoy pensando” o “no tengo tiempo” se lo crean los ingenuos. Estamos ante el preludio de un cuasi golpe de Estado permanente que pretende perennizar a una sociedad conyugal en el poder, y eso no puede ser soslayado en aras de la mentada gobernabilidad.

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