Si bien es cierto que el directorio de Petroperú decidió, siguiendo órdenes, cancelar su pretendida compra de Repsol, los golpes y magulladuras que esas pretensiones han dejado en el alma nacional afloran a la vista y tardarán en sanarse, cual si fueran los mismos que el embajador ecuatoriano propinó cobardemente en el rostro de una joven peruana.
Hasta ayer ya eran pocos los que dudaban de las pretensiones reaccionarias del velasquismo humalista. Mal que bien, Humala venía cumpliendo con no alborotar la economía con la finalidad de que esta le genere los recursos prometidos para su consabida “inclusión”. Pero, aunque Petroperú haya retrocedido, hoy los peruanos ya sabemos que estamos en la cornisa.
Ello no solo porque se sigue observando el sesgo retrógrado ideológico del Gobierno, sino porque ya se encendieron las luces de la alarma naranja en la economía nacional, que demostrarán que la irresponsable política del “piloto automático” llevada por un piloto que no tiene ni idea de lo que es un avión ya está dando muestras de empezar su caída.
El INEI viene terminando sus estadísticas relativas a los resultados económicos y sociales del 2012 y ya se están conociendo las primeras proyecciones. Y lo primero que se puede concluir es que el llamado por muchos extranjeros “el milagro peruano” llegó a su fin. La economía peruana se está deteniendo. Todos los indicadores del 2012 marcan descenso y los mensuales del 2013 se han acentuado.
Y todo por culpa del Gobierno. No caigamos en la estupidez de creer el cuento comunista de que esa caída es solo por la baja del precio de los metales. Porque lo que más ha disminuido es el volumen de la producción minera. Y no podía ser de otra manera con casi 100 proyectos paralizados por falta de decisiones específicas del Estado. Conga, podemos decirlo ahora, nunca fue.
La mentada inclusión no existe: por ejemplo, en el año 2006 había 7 millones de peruanos sin luz. Alan García conectó a tres millones, sobre todo del área rural. Si solo se hubiese mantenido el ritmo, en el 2012 casi 700 mil peruanos habrían sido “incluidos”, pero solo han electrificado para unos 90 mil, con lo cual la meta a alcanzar en cinco años se ha prolongado a… 20 años.
Las indefiniciones, la visión antiempresarial, el dogmatismo estatista, la mezquindad con respecto a lo dejado por el gobierno anterior, impiden a esta gestión asumir valientemente la tarea de promover inversiones masivas, única herramienta para crear empleo seguro y con derechos.
Y lo peor es que ellos creen que los que pierden son los ricos. No se dan cuenta –porque viven la embriaguez del poder súbito– de que hoy ya podemos decir, con el alma en la mano, que duele constatar que, gracias a que este gobierno no hace nada, ya se han perdido 200 mil empleos en el 2012, tanto en minería, como en agricultura, pesca y construcción. La reducción del despacho cementero explica esto último.
Pero en lo que se atisba en forma más acentuada esto –que parece ser el inicio del fracaso nacionalista– es que, mientras desde el 2006 el Perú registró un 4.6% al año de reducción de pobreza, que lo llevó en cinco años a bajar de 50% a 27%, en el año 2012 –el primero de responsabilidad exclusiva del nacionalismo– la pobreza ha bajado… 0.8%. ¡Qué vergüenza!
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