jueves, 14 de febrero de 2013

El problema con las asociaciones público-privadas (APP). por Fred L. Smith Jr

En nuestro mundo mitad político y mitad privado, hay un número creciente de APP. Casi nada en el mundo actual se puede hacer sin el permiso implícito o explícito de reguladores locales, estatales, federales o (cada vez más) globales. Pero el término público-privado se utiliza, normalmente, para referirse a la financiación conjunta y, a veces, a la gestión conjunta de algunos servicios “públicos” como las calles, los sistemas de agua y así, sucesivamente.
La razón de ser de las inversiones “públicas” es que estas son bienes públicos, cuyos beneficios no están adecuadamente cubiertos por el proveedor. Hay muchos problemas con este concepto —en la práctica, significa que alguien quiere algo que nadie está ofreciendo. Nótese que desde la perspectiva de libre mercado de Coase y Schumpeter, estos son precisamente los “señuelos” que llevan a la humanidad a seguir los inexplorados caminos empresariales del futuro. Intervenir apresuradamente con la asistencia gubernamental, distorsiona y se antepone a esas fuerzas creativas.
Algunas veces, las APP pueden ser un paso transicional hacia la privatización. El concepto de "corporatización", es decir, la reorganización de una actividad ya realizada por algún organismo político, para que sus inherentes realidades económicas se vuelvan  más comprensibles y transparentes, puede ser un paso útil hacia la privatización de la actividad. Sin embargo, en la mayoría de los casos, son simplemente un medio para utilizar incentivos fiscales, obtener una regulación más laxa, tener el respaldo de los contribuyentes, y así sucesivamente, para subvencionar alguna actividad privada: estadios, metros ligeros y pesados —el transporte público en general y, a veces, hasta hoteles, centros comerciales y distritos de desarrollo en el centro de una ciudad. Donde yo vivo, en Washington, DC, las empresas pueden añadir un "impuesto especial" para pagar por servicios que la ciudad, supuestamente, paga con los ingresos fiscales normales. Tales APP sufren de la gama completa de las fallas de estado:
  • Intercambio de favores entre políticos: voy a votar por tu APP si votas por la mía.
  • Un debilitamiento de las pruebas de mercado: los recursos se destinan a un proyecto no porque beneficia a la ciudadanía, sino porque beneficia a un poderoso grupo de intereses y/o porque un creativo referéndum atrae a la mayoría de los votantes a apoyar sus intereses particulares.
  • Una gestión más débil: en ausencia de las pruebas del mercado, los administradores tienen menos incentivos para encontrar una mezcla de servicios y una gama creativa de herramientas de financiamiento para asegurar que resulte "rentable" (es decir, una asignación racional del capital). Las carreteras, incluso las escuelas con contrato, etc.,  todas han sufrido inmensamente de esto.
  • Falta de innovación: ninguna institución en el mundo privado se puede permitir estancarse, ya que la fuerza de la destrucción creativa pronto la haría obsoleta. Los gerentes de las APP se enfrentan a fuerzas innovadoras mucho más débiles. Si las cosas salen mal, siempre pueden apelar a su naturaleza “pública” para ser  rescatadas por los contribuyentes.
  • Corrupción: el capitalismo de compadres abunda en el mundo de las APP.
  • Las modas: los mercados algunas veces se dejan llevar por ciertas tendencias —el boom tecnológico, por ejemplo— pero estas colapsan pronto. Los gobiernos insisten en ciertas tendencias por décadas, la "energía renovable" y el "transporte público" siendo quizás los mejores ejemplos, pero las inversiones "imán" en centros comerciales, centros de convenciones y estadios son quizás las más persistentes. Antes de que Wal-Mart se convirtiera en una APP, hizo más por los consumidores que todos los centros comerciales de APP en el mundo.
  • El desplazamiento: el capitalismo juega un papel fundamental en la asignación de capital —plantando las semillas para nuestro futuro. Esa es una tarea muy difícil, que se ha vuelto mucho más complicada por la existencia de las APP. El estado desde ya se apodera de una cantidad desproporcionada de nuestra riqueza y el concepto de las APP le permite distorsionar todavía más la asignación de las fuerzas del mercado. Yo he argumentado que la brillantez de los progresistas a fines del siglo 19 estuvo en haber adelantado o empujado grandes sectores del futuro emergente (el medio ambiente, las escuelas, el espectro electromagnético, la infraestructura, el bienestar, el mundo de la medicina) hacia el mundo político. El concepto de las APP simplemente exacerba esa tendencia.
Nuestro reto es encontrar maneras de ampliar el sector privado y muy rara vez  el concepto de las APP hace eso. Ese concepto permite a las personas  ser descuidadas —"Esa inversión nunca se recuperaría, pero, obviamente, tiene un valor, y por lo tanto, necesitamos un poco de ayuda del gobierno. No le demos al Gobierno una función honesta, ¡mejor  hagamos de esto una APP y obtengamos el mejor de todos los resultados posibles!"
Este modelo de economía mixta es menos honesto que el verdadero socialismo (donde el Estado actúa directamente) por muchas razones. Si, como suele suceder, las cosas van mal, será el capitalismo —no el gobierno— el que será culpado. Las actividades de las APP están sujetas en menor grado a la soberanía del consumidor (como se puede ver en los aeropuertos o las escuelas). Los verdaderos costos de la actividad no aparecen en los presupuestos gubernamentales —aparentando que los arreglos de APP son unas "gangas".
http://www.elcato.org/el-problema-con-las-asociaciones-publico-privadas

No hay comentarios:

Publicar un comentario