lunes, 18 de febrero de 2013

Enrique Castillo. Ni argumentos sólidos ni cuentas claras

Todo lo que tenemos hasta el momento son presunciones, sospechas –donde los principales protagonistas no son los que formalmente se enfrentan–, acusaciones e insultos. Y lo que tendremos será un solo debate para cumplir con una formalidad, donde el histrionismo y las formas serán más importantes que el fondo.
Tampoco hemos podido conocer de ninguna de las dos partes –ni conoceremos, aun después de la campaña– una verdadera y real relación de ingresos y gastos. Lo entregado hasta el momento es tan poco creíble que linda con lo ridículo, porque si contrastamos lo mostrado como proyección de gasto con las acciones realizadas, la publicidad hecha y las contrataciones anunciadas, nos daremos cuenta de que el SÍ y el NO ofenden nuestra inteligencia.
Todo lo anterior no ayuda, por supuesto, a tratar de optar racional y responsablemente por cualquiera de las alternativas en pugna.
Lo de los argumentos pareciera un tema de facilismo, ligereza e incapacidad. Es más fácil articular un insulto o una acusación que ofrecer una buena explicación. Pero lo de los gastos sí tiene mucho de viveza, y de intención de ocultar la verdad, porque obviamente a ninguno le conviene mostrar que gasta más que su oponente ni revelar quién le da plata por debajo de la mesa.
Ambos temas –el de los argumentos y el de los gastos– podrían ser, por reveladores, determinantes en el resultado.
Sin embargo, los mismos protagonistas, interesadamente, nos obligan a quedarnos solo con lo histriónico y lo emotivo. Todos apelan a la pasión y no a la razón, y buscan polarizar y manipular. Es más de lo mismo, sean los buenos o los malos.

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