Por otro lado, resulta inexplicable la obsesión que tiene con Petroperú,
empresa que perdió miles de millones de dólares cuando tuvo el control absoluto
del mercado durante veinte nefastos años. Salvo que esté pensando copiar a
Chávez y facilitar la reelección conyugal abaratando los combustibles, ya sea
controlando precios, subsidiando o ambos.
Porque, en realidad, no tiene sentido económico lo que está planteando.
En el Perú, el mercado de combustibles es competitivo y en los últimos años se
han invertido más de 2,700 millones de dólares en estaciones de servicio, lo
cual se frenaría en seco ante la amenaza de la intervención del Estado.
Mientras el fisco tendría que financiar no menos de 5 mil millones de dólares
que requerirían las dos antiguas refinerías con las que se quedaría la empresa
estatal para llevar su estándar ambiental a un nivel adecuado.
En todo caso, Humala escogió el peor momento para demostrar que no sabe
con cuál mano debería de estar manejando.
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