Viendo la ‘entrevista’ del mandatario –lleno de evasivas y de conceptos equivocados– uno se pregunta si alguien que lo escucha no pensaría dos veces antes de efectuar una inversión de largo plazo. Humala cree que puede hacer y deshacer como mejor le parece, sin anunciar lo que está planeando, eso es lo único que nos quedó claro.
Más aun, al presidente no parece importarle la fragilidad de la confianza que toma años desarrollarla, pero que con un solo acto errado se puede perder todo lo ganado. Lamentablemente, eso es lo que ha pasado con el intento de retorno a un monopolio de la gasolina en manos del Estado.
En realidad, considerando los saqueos y confiscaciones que hemos sufrido en el pasado no es sorpresa que al Perú le haya tomado años ganarse la confianza del mercado. Por lo que va a resultar tremendamente costosa la actitud del mandatario de engañarnos y regresar a un estatismo trasnochado.
De otro lado, si bien el daño ya está hecho el retorno al oscuro pasado aún no se ha consumado. Por lo que todavía sería posible rescatar algo.
Por ello, esperamos que reflexionen en Palacio sobre las consecuencias que tendrán sus actos. Para empezar, si se proyectaba un crecimiento de mínimo 6% para los próximos tres años, basado en el entusiasmo del consumidor y del empresariado, con la ducha fría que nos ha dado Humala ese número, sin duda, irá bajando.
Al final, la pareja presidencial deberían revisar los niveles de desaprobación que tuvo Toledo creciendo entre 4 y 5%, lo que para un país con una población joven es bajo. Incluso, no importa cuánto gasto social sea ejecutado, este no logra compensar ni de lejos la sensación de bienestar que da el empleo que es generado por el crecimiento alto.
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