domingo, 7 de abril de 2013

Mauricio Mulder. No estaba muerto.


Súbitamente, como suelen suceder los hechos de la política en nuestro país, el debate nacional viene de entrar en un inusitado ambiente de crispación y enfrentamiento entre el Gobierno y el Partido Aprista.
Pese a que, como consecuencia de los magros resultados obtenidos por el aprismo en el 2011, muchos adversarios se la pasaron todo este tiempo diciendo que el Apra había muerto, lo cierto es que para el Gobierno está tan vivo que todos sus ministros y todos sus parlamentarios no parecen haberse dedicado estos días a otra cosa que no sea atacar al Apra y al expresidente Alan García.
El Apra tiene solo cuatro parlamentarios y un solo presidente regional. Es el grupo más pequeño del Parlamento, y sus preferencias electorales aparecen rezagadas en la mayoría de encuestas. Esa situación ha llevado a muchos de sus adversarios a expresar en decenas de artículos periodísticos, que el Apra estaba muerta, que “ya fue”, que nunca más reviviría, que estaba destruida, en crisis terminal, etc. etc.
Pero resulta –por lo que hoy vemos– que, a decir de Manuel Gonzales Prada, “los muertos que vos matasteis gozan de buena salud”. El Gobierno y sus aliados no parecen pensar en otra cosa, como…. gobernar, por ejemplo. Polarizar el debate político y echar lodo sobre el aprismo y Alan García es lo único para lo que se han empeñado sus más denodados esfuerzos, en el ánimo, sin duda alguna, de librarse de escollos electorales de cara a las pretensiones de la señora Nadine Heredia de ser candidata ilegal en las elecciones generales del 2016.
Si no que expliquen por qué toda la energía que el Gobierno debiera tener para construir una carretera, un hospital, una escuela, una red de alcantarillado, se dedica más bien a polemizar con quien ellos han dicho que están muertos. No se entiende cómo un gobierno, que no ha construido una sola carretera, una sola escuela, un solo hospital, es decir, que no ha hecho nada de nada, se la pase quejándose de las supuestas irregularidades en la construcción de miles de kilómetros de carreteras, redes de agua, colegios y hospitales que sí hizo el gobierno anterior, cuando lo único que debiera hacer es superarlo en obras.
Solo cabe la explicación electoral. El Gobierno ha decidido comenzar la campaña del 2016 pretendiendo ablandar a su más caracterizado rival y tratando de ponerlo a la defensiva. Recurre entonces a la vieja estratagema de armar noticias altisonantes para buscar el arrinconamiento del opositor y evitar que este hable de sus incapacidades y de sus corruptelas en las compras militares, por ejemplo. No es que se diga que no debe haber compras secretas, sino que TODAS las compras militares lo sean, inclusive el papel higiénico. Pretenden instrumentar en bisoños parlamentarios de lato discernimiento el sicariato político para tener circos distractivos que les permitan no tener que explicar tampoco por qué no son capaces de detener la ola delincuencial y por qué se están desacelerando todos los indicadores sociales.
Buscan hacer todo un escándalo con el tema de las conmutaciones de penas, pero cuando se señala que este gobierno, como todos los anteriores, también las ejecuta, salen con que solo fueron 60 versus más de 5 mil. O sea, algo así como el famoso “nosotros matamos menos”.
En resumen, puro folklore nacional. El gobierno de Ollanta Humala parece haber asumido como regla de conducta la pose de la campaña de la señora Villarán: los brazos cruzados. La “pareja presidencial” ha recurrido así a la vieja regla de la oligarquía que dice que en nuestro país no hay que trabajar para resolver problemas sino, simplemente, dejar que se resuelvan solos o no se resuelvan nunca.

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