No debemos olvidar que intrínsecamente
el humalismo es la versión peruana del chavismo con vocación universal. Que
haya cambiado su discurso en la última campaña obedeció a una estrategia con la
finalidad de ampliar su universo electoral y lograr conseguir los votos para
ganar las elecciones. En el fondo, los Humala-Heredia siguen siendo chavistas.
El Perú no es Venezuela y por ello se necesita adaptarlo. Nuestra sociedad
actualmente aprecia más el sistema democrático que nuestra hermana caribeña, y
nuestra economía no puede soportar cerrar todos los caños de inversiones porque
no tenemos el flujo que cada día recibe Venezuela por el petróleo que le sobra.
Eso obliga a Palacio a ser pragmático por ahora, mientras va avanzando
políticamente repartiendo la herencia que recibió de dos décadas de sacrificio
y que hoy se despilfarra en programas sociales ineficientes y administrados de
manera poco transparente.
La gente, al igual que en
Venezuela y afines, aplaude y recibe cuando se le regala el dinero, sin
comprender que se está dilapidando su futuro convirtiéndolos en incompetentes
para valerse por sí mismos. Los programas sociales deben ser temporales y
eficaces para que cada vez se requieran para menos personas, pero en la
mentalidad chavista la dependencia popular es el punto más importante para
continuar en el poder.
La inflación se elevó el último
mes en casi 1%, después de cinco años de estabilidad controlada; los grandes
proyectos de inversión y la ejecución de obras están paralizados; el gasto
público se ha reducido y la gente empieza a sentir una calle cada vez más dura.
Frente a este escenario, la
figura de Alan García es un peligro potencial y el Gobierno decide curarse en
salud persiguiéndolo política y mediáticamente a través de sus operadores y
agentes, que son los únicos que disfrutan de la teta estatal.
La confrontación iniciada puede
estar dentro de los planes para forzar una salida "a lo Chávez", con
modificaciones e interpretaciones realmente "auténticas" y con un
mayor endurecimiento de las hostilidades políticas, mediáticas y judiciales
contra García, el APRA y otros. Mientras tanto, la economía seguirá
resintiéndose en desmedro de todos los sectores del país. Pero eso al Gobierno,
como en Venezuela, no le interesa.
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