La economía de Estados Unidos es la más grande del mundo y es
especialmente importante para las exportaciones no tradicionales del Perú,
tales como confecciones y productos agroindustriales. Lamentablemente, desde
que se acabó la recesión económica que acompañó la crisis financiera en
2008-2009, la recuperación en Estados Unidos ha sido la más lenta de los
últimos 60 años. Eso está ocurriendo a pesar de medidas extraordinarias de
expansión monetaria, que ya están llegando a sus límites operativos y están
generando mucha incertidumbre sobre qué va a pasar de aquí en adelante.
Hace unos días se publicaron las nuevas cifras del empleo
norteamericano, que son preocupantes. A pesar de que la cifra de un mes no es
representativa, la tendencia de los últimos cuatro años muestra que muchos
trabajadores se están retirando de la fuerza laboral por dos razones: una,
porque no encuentran trabajo, y dos, porque los beneficios sociales del seguro
de desempleo y otros subsidios son mayores que lo que puede dar un trabajo de
ingresos medianos. El resultado es una tendencia a largo plazo que es realmente
preocupante para el futuro de la economía norteamericana.
¿Qué está pasando? En el aspecto monetario, el banco central
norteamericano -la Reserva Federal- sigue inyectando $85 mil millones al mes
para comprar papel del Fisco e hipotecas a largo plazo. Esto hace que el
incentivo para arreglar el problema presupuestario sea bajo y que las tasas de
interés son tan bajas que los bancos no tienen mucho apetito para hacer más
préstamos. La consecuencia es que el crédito al sector privado está estancado y
la economía no se recupera a pesar de la inmensa expansión monetaria.
En lo fiscal las alzas de impuestos a partir de enero 2013 afectan
sobre todo a las empresas familiares, que son -igual que en el Perú- la gran
mayoría. El resultado de la política fiscal, combinada con las incertidumbres a
largo plazo sobre una posible inflación en el futuro, hacen que la inversión
privada esté estancada. La consecuencia de todo esto es una economía en los últimos
años que crece muy lentamente, alrededor de 2% anual y en la actualidad aún
menos, entre 0% y 1% anual. Nuestros exportadores de textiles y de
agroindustria lo ven claramente todos los días, con pedidos bajos y mercados
poco boyantes.
Para el Perú hay una lección en todo eso. Es que no solo hay que
invertir en aumentar la capacidad productiva del país pero sobre todo hay que
invertir en educación: en Estados Unidos hay un gran debate desde hace varios
años sobre si el sistema educativo para la gran mayoría de la población está
preparando a la fuerza laboral para ser suficientemente competitiva en el
mundo. Y eso lo vemos también aquí en el Perú, a un nivel económico más bajo
pero más dinámico. Al final, lo que vale es la capacidad de la población mucho
más que la existencia de recursos físicos, tales como minerales y petróleo. Eso
no quiere decir que no hay que desarrollar la capacidad energética y minera de
nuestro país -al contrario hay que acelerarla- pero sí quiere decir que la
población se debe preparar para un mundo que está en rápida evolución, en el
cual los "tigres" de Asia no descansan y siguen expandiéndose y
desarrollando nuevas industrias.
Otra lección de lo que pasa en Estados Unidos es que el asistencialismo
crea incentivos para no buscar trabajo. Las estadísticas no mienten: aumentan
los subsidios asistenciales y al mismo tiempo aumenta el desempleo. ¿Para qué
esforzarme si tendiendo la mano al Estado puedo más o menos sobrevivir? Esa es
una de las grandes lecciones de lo que está pasando en Europa y en Estados
Unidos, y debería ser una gran lección para nosotros aquí en el Perú, donde
todo está por hacerse y el asistencialismo, salvo en casos muy justificados
como el de gente con discapacidades o en extrema pobreza, no conduce a una mejora
del bienestar de la gran mayoría.
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